“La obra”
Pasaba el mes de agosto y Juan estaba sentado en la plaza frente a la puerta del teatro de la gran ciudad. Todas las tardes de los días jueves allí se sentaba y miraba pasar a gente que entraba y salía del lugar. Soñaba que algún día él sería una de esas personas. Que sus obras serían exitosas por llegar al corazón de la personas.
El tiempo que pasaba allí, lo aprovechaba para escribir en su cuaderno las interminables aventuras de sus personajes. Pero su retraída personalidad le imposibilitaba tomar coraje para presentar sus cuentos y sus libretos en algún concurso o entregárselos a algún director de tantos que pasaban frente a sus narices cada semana.
Ninguno de sus amigos sabía de qué se trataban los escritos en sus cuadernos, mejor dicho su único amigo, aquel que queda de la infancia, aquel que siempre lo defendía cuando era victima de las bromas de sus compañeros. Tampoco lo sabía María, la joven que hacia tantos años Juan amaba en silencio, ella era la musa de muchos de sus poemas. Nunca se animó a hablarle, solo la veía pasar cuando entraba y salía del teatro y a cuando contadas veces, iba a ver algunas de las obras en las que actuaba y hasta a veces tocaba el piano.
Juan pasaba los escritos en su computadora personal y los imprimía para llevar algunos de sus preferidos en la mochila, muy pocas veces tomaba coraje y se los mostraba al profesor Gandara, un viejo y gordo escritor, al fin la única persona en quien confiaba, fuera de su familia.
A Gandara lo admiraba. Era un hombre notable, destacado en la literatura, pero humilde. El hombre que Juan agradecía a Dios haber conocido, el que lo alentaba a seguir trabajando y a hacer el esfuerzo para entrar en la Universidad. Habían establecido casi una amistad y era la persona indicada que podría ayudarlo en el camino que Juan quería tomar.
Juan temía mostrar sus textos, porque creía que eran hojas sin sentido. Solo unas copias de algo que pretendía ser un libro y que lo limitaba en el soporte de sus escritos. Limitaciones negativas. No quería que consideren que sus hojas estaban sumergidas en un mar de otras irrelevantes hojas y automáticamente se volvieran insípidas. Muchos de esas copias se encontraban sueltas y se perdían en el interior de su mochila. Las que llevaba consigo últimamente eran dos: una obra de teatro titulada “Aparato Ideológico” escrita exclusivamente para María. Soñaba cada noche en la interpretación perfecta que María podría hacer. Además, tenía consigo, varios cuentos fantásticos que pretendían ser un libro.
Una de las tantas noches que Juan llegó a su casa, notó algo liviano su mochila, pero con el cansancio del día no le dio importancia. Sacó del bolso sus copias y las guardó resignado, como tantas otras veces, en el armario del olvido, allí donde iban todas las obras cuando se cansaba de trabajar en ellas.
Seis meses después una tarde como siempre sentado frente al teatro, lentamente se fue acercando hacia él la joven más bella que había visto en su vida, estaba radiante y fresca, mas atractiva que nunca, es decir, María. Nervioso no sabia que hacer, pero algo extraño sucedió en él; todo sus miedos, nervios y timidez parecían no existir parecía otra persona. Ella le entrego un folleto y lo invito a ver la nueva obra que iba a estrenarse, una superproducción del director más glamoroso de los últimos tiempos. Y él le dijo: si tu vas a estar en ella va a ser una obra maravillosa te lo aseguro, siempre vengo a ver tus obras y eres perfecta. Ella se sonrojó y sonriendo le dijo –gracias, sé que vienes y con que tu vayas a verme para mi ya será maravilloso - Ahí estaré, contesto. María se alejo mirándolo de reojo y Juan volvió felizmente a su casa.
No podía salir del asombro, Juan nunca imaginó tremenda situación. Al entrar abrazo a su hermana. Estuvieron sentados a la mesa toda la noche hablando sobre su buenaventura, mientras recibía consejos amorosos de parte de ella.
El día de la función llegoó, ansioso por ver a María. Sentía que era una noche especial. Vestido de smoking, había planeado mil formas para acercarse a ella esa noche y conquistarla. Sentado en primera fila. Solo quería apreciar a la actriz no le importaba la historia.
La obra comenzó, era una historia atrapante que despertó lagrimas y sonrisas en los espectadores. Sin lugar a duda era un éxito absoluto, donde cada personaje lograba un lucimiento especial. Los comentarios, eran conmovedores y halagadores. Pero no le ocurrió lo mismo a Juan. Misteriosamente conocía de principio a fin cada palabra, cada movimiento y, justamente, el personaje parecía escrito para María
Juan corrió hasta su casa. Revolvió cada rincón del armario, cada lugar de su casa y no encontró nada. Volvió al teatro y observo como al final de la obra aplaudían a ella y quién se encontraba su lado. El supuesto autor de la obra, la misma obra que Juan había extraviado misteriosamente en el aula aquel día, la misma obra por la cual su profesor Gandara ganaría millones y recorrería el mundo.