viernes, 2 de octubre de 2009

IDA ONCE
Moreno-Paso del Rey-Merlo-San Antonio de Padua-Ituzaingó-Castelar-Morón-Haedo-Ramos Mejía-Ciudadela-Liniers-Villa Luro-Floresta-Flores-Caballito-Once. Treinta y seis kilómetros y quince estaciones es lo que recorre el ex ferrocarril Sarmiento, actual TBA. El tren traslada pasajeros desde el oeste del conurbano bonaerense hasta la Ciudad de Buenos Aires.
Hoy es jueves y me propongo viajar como de costumbre al trabajo, son las 7:30 AM y todavía está oscuro, cuando estoy llegando a la estación del ferrocarril, veo que hay dos formaciones de trenes, algo inusual y me apuro para ver si puedo conseguir algún asiento, pero otra persona también pensó lo mismo y me empuja para pasar los molinetes primero, los salta, el guarda le grita, le exige el boleto, pero el joven corre hacia el andén sin importarle. Fue en vano su actitud, los vagones del tren con calefacción ya estaban repletos, ya no entraba ni una mosca y era buen motivo para subir ya que el termómetro marcaba cinco grados de temperatura en la ciudad.
Me llamó la atención tanta gente parada, había mucha más que de costumbre, pero igual subí porque todavía había espacio. Cabe aclarar que a pesar que de que los trenes sean locales de Moreno vienen con el 80% de los asientos ocupados porque muchas personas deciden tener media hora más de viaje pero viajar sentados y sin sufrir golpes, tomando el tren primero con destino a Moreno y desde de allí, sentados en el mismo asiento, esperar que la formación férrea en que llegaron, parta hacia Once.
En ese momento suenan los parlantes y escucho que los trenes funcionan solo de Merlo a Once por un accidente próximo a Merlo. Bajo del tren, pero soy una de las pocas que lo hacen. Las personas que estaban sentadas deciden tomar sus bolsos, taparse el rostro con la bufanda y dormir, al igual que lo hacen cada mañana a pesar de que el tren salga. Le pregunto a un guarda cuanto tiempo habría de demora y contestó “por lo menos dos horas.”
Decido salir del andén para tomarme algún colectivo. Aunque muchos viajeros no lo hagan, porque el tren es el medio de transporte más económico y rápido. Viajar cómodamente en algún colectivo de la línea 57, directo a Palermo cuesta casi un 350 % más, conseguir un buen trabajo cerca de tu casa es como ganar la lotería. La mayoría de los que viajan diariamente compran el boleto mensual, pagar otro viaje mas es muy oneroso. Otra opción es tomarse un colectivo a Merlo y de allí tomar el tren, esta es la más elegida por la gente, llegar allí cuesta lo mismo que un boleto de tren a Once y así, aún sigue siendo más barato que tomar el 57. Pero la incertidumbre sigue en pie, ¿esperar a que el tren salga? ¿En cuánto tiempo? O ¿ir hasta Merlo y encontrarte con la posibilidad que el tren tampoco salga desde ahí?
Luego de tantas preguntas, decido viajar en el 57. Salgo del andén, veo a personas ir de un lado, para el otro, la mayoría se quedan dentro de la estación En ese momento escucho por el parlante que el tren de plataforma uno se encuentra próximo a partir. Vuelvo al andén y busco un nuevo recoveco en un vagón de la formación de plataforma dos. El tren con calefacción, parte. Cada vez hay más gente, pasajeros callados y acostumbrados, esperando que el medio de transporte más económico y rápido, cuando funciona bien, los lleve a destino.
Por el parlante se vuelve a oír la voz de una mujer: los trenes funcionan de Merlo a Once, la gente que estaba parada comienza a impacientarse, a quejarse y a preguntarse qué hacer. Otra voz se escucha aclarando que de Moreno a Merlo funciona en forma condicional. La gente se tranquiliza, en algún momento saldrá el tren.
En los asientos muchos siguen durmiendo, algunos ni se enteran que está pasando, al llegar a destino la empresa les entregará, a pedido, los certificados de atraso a causa de los inconvenientes del viaje.
Vuelve la voz a escucharse por el parlante, pero esta vez decía algo distinto. Lo decía tímidamente como si le diera vergüenza, una risita nerviosa se escucho entre sus palabras: Trenes sin servicio por nuevo accidente en paso de Rey. La gente comenzó a reír. ¿Algo más nos podría suceder?
Nuevamente me pregunto cómo viajar y empiezo a investigar en mi Guía T.
Hoja 2/5 - Sabrina Valenzuela
Hoy es viernes y espero que no ocurra lo de ayer. Llego al andén, no hay ningún tren pero desde el puente peatonal de acceso a la estación veo que uno se aproxima, la gente se amontona en el lugar donde se abrirá cada puerta, me alejo, el tren está llegando, se encuentra a unos metros de frenar, la gente se desespera, se empuja. En ese instante recordé una escena de una película de Jackie Chan, porque en mi película una señora, víctima de los empujones de los ansiosos, intenta no caerse a las vías apoyándose en el tren y lo peor, antes de que este se detenga. En estos casos, una puede salir lastimada inclusive muerta si me empujaran a las vías antes que pase el tren. Prefiero estar una hora y quince minutos parada durante el viaje antes que ser golpeada por buscar un asiento o correr el riesgo de sufrir algo peor.
El tren para, abre sus puertas, la gente entra enfrentándose con los que quieren bajar. Se gritan, se chocan. Es la ley de la selva ganan los más fuertes. Hombres y mujeres de entre 20 y 50 años. Es una batalla por un asiento, pocos los consiguen. Espero que la lucha finalice. Entro, me quedo parada en el pasillo lo más alejada posible de la puerta para luego no ser aplastada. Una mujer se levanta y me dice que me siente porque su recorrido termino. Le pregunto porque tardo tanto en bajar y me confesó: “Prefiero esperar para bajar, antes que darle el lugar a estos bestias”. Le agradecí por su amabilidad y me senté.
El tren arranca, se nota quienes bajan pronto y quienes no de aquellos que están sentados. Los primeros van con los ojos abiertos mientras los segundos duermen. Algunos hablan pero solo los que están parados.
Primera estación, Paso del Rey, la gente sube corriendo buscando de donde agarrarse, el tren no va tan lleno. En Merlo, las personas suben rápido tratan de encontrar algún pasamano entre la multitud, ahora sí, el tren está repleto. Sigue Ituzaingó, Padua y Castelar, allí solo algunos pueden o prefieren entrar, la mitad de la gente que estaba esperando en el andén, los demás se empujan y amontonan, muy pocos bajan. Pero la próxima estación es la aterradora Morón, a veces pienso que afortunada soy al subir en Moreno. Ya no hay más lugar, la gente se empuja aplasta a otros, unos toman carrera y hombrean a los demás para hacer lugar.
Hoja 3/5 - Sabrina Valenzuela
Una mujer grita porque la golpearon contra la baranda. Alguien le grita: ¡tomate taxi si querés viajar cómoda! Otros la defienden. Por el parlante piden que no traben las puertas o el tren no arrancará. Más aprietan y las puertas cierran, el tren arranca. En el medio del pasillo se viaja apenas mejor.
En Ramos Mejía bajan algunos, los suspiros de alivio se escuchan. Ya en la estación Liniers bajan muchos, algunos se sientan, aunque todavía son muchos los que quedan parados.
En Flores la gente comienza a despertar de su siesta de una hora. Llegamos por fin a Once, lo curioso de este viaje abrumador, es que ningún vendedor subió desde que el tren arrancó. Puedo decir que ese fue un día normal de Junio a partir de las 7:30 de la mañana.
Algo totalmente diferente es viajar a las 9, donde se desplazan pocas personas, recién en Merlo se pelean por un asiento, en Morón se ve más movimiento y en todas las estaciones baja y sube gente. El recorrido dura 15 o 20 minutos menos que dos horas antes. Aquí el tren se va convirtiendo de a poco en un mercado ambulante, donde desfilan los vendedores por los pasillos ofreciendo sus ofertas como buenos oradores, cada uno con un estilo diferente, con cantitos o arrastradas o con largos discursos. Los artistas despliegan su música, generalmente folclore, con mini recitales baratos, tan solo por las pocas monedas que algunos pasajeros les dan. Por momentos parece un Teatro. No obstante, pasan por el mismo lugar mujeres embarazadas, o embarazadas y con sus hijos en brazos, hombres desocupados y también gente enferma pidiendo monedas para poder sobrevivir. En ese horario es raro ver niños solos mendigando o vendiendo estampitas, algo que me parecía muy usual hace tan solo un año cuando viajaba al mediodía, quizás sea porque a esa hora viaja menos gente y el tránsito por los vagones es más fluido y la comunicación más car-nal y personal.
El Ferrocarril es un mundo muy particular, y en cada hora existe un mundo distinto.

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